LA RENOVACIÓN DEL CUERPO A TRAVÉS
DE LAS CÉLULAS MADRE ADULTAS
¿Alguna vez te has preguntado qué sucede cuando rasguñas o
quemas tu piel, o te rompes un hueso? ¿Cómo se repara el cuerpo a sí mismo? El
punto de vista convencional es que las células de la piel llamadas fibroblastos
crean una matriz extracelular compuesta de colágeno, sobre la cual
proliferan las células epiteliales y emigran para reconstituir el tejido
dañado.
Aunque este proceso parece explicar el fenómeno de reparación
de pequeñas heridas superficiales, no se justifica la reparación de daños
mayores en el tejido. En primer lugar, las células epiteliales no tienen la
habilidad de diferenciarse en todos los tipos de células involucradas en la
reparación de tejidos complejos. Por ejemplo, al tratarse de la reparación de
la piel, la piel recién formada contendrá folículos capilares, glándulas
sebáceas y glándulas sudoríparas, pero las células epiteliales no tienen la
habilidad de convertirse en estos tipos de células. En segundo lugar, las
células epiteliales u otro tipo de células, generalmente no se proliferan a un
ritmo que pueda explicar el proceso tan rápido de reparación que está
sucediendo en varios tejidos.
Lo que ha surgido en los últimos años, a través de una vasta
literatura científica, es el novedoso punto de vista de que el proceso de
reparación y renovación que sucede en el cuerpo involucra a las células madre
de la médula ósea. Cuando un tejido es expuesto a un trauma significativo, las
células madre originadas en la médula ósea emigran hacia el tejido, proliferan
y se diferencian en las células de ese tejido, apoyando así el proceso de
reparación. Este proceso natural de reparación ha sido detectado en
muchos tejidos y órganos del cuerpo. Es el proceso natural de renovación del
tejido que ocurre en el cuerpo cada día de nuestras vidas ¡desde el día en que
nacemos!
Unas cuantas horas después de que un tejido sufre algún
trauma o daño, el tejido afectado libera un compuesto llamado Factor
Estimulador de Colonias de Granulocitos (G-CSF, por sus siglas en inglés).
El G-CSF es bien conocido por su función de impulsar la liberación de células madre
de la médula ósea. El G-CSF es comúnmente usado previo a los
tratamientos que involucran quimioterapia o radiaciones. Dado que se sabe que
estos tratamientos matan a todas las células madre del cuerpo, y que se
requiere del trasplante de células madre posteriormente, el paciente con cáncer
comúnmente recibe una inyección de G-CSF para provocar la liberación de células
madre de la médula ósea con la finalidad de cosechar y crio-preservar células
madre.
Después del tratamiento, las células madre son descongeladas
y reinyectadas en el paciente para reconstituir la médula ósea.
Después del daño en el tejido, conforme su concentración se
incrementa en la sangre de manera lenta y natural, el G-CSF detona la
liberación de células madre de la médula ósea, aumentando el número de células madre
circulando en la sangre. Como lo veremos a continuación, mucha
evidencia científica indica que este aspecto es probablemente la parte más
crucial de todo el proceso. El incremento del número de células madre en la
circulación sanguínea, significa que más células madre están disponibles para
emigrar hacia el tejido dañado.
Poco después (durante las 24 horas después del incidente),
el tejido afectado libera un compuesto único llamado Factor-1
Estromal-Derivado (SDF-1, por sus siglas en inglés). El SDF-1
es el único compuesto que se sabe que atrae células madre. Cuando el SDF-1 se
une al CXCR4 (que es el receptor presente en la superficie de las
células madre), esta vinculación dispara la expresión de moléculas de
adhesión en la superficie de la célula. Por lo tanto, como el SDF-1 se
difunde desde el área afectada hacia la circulación sanguínea y como las
células madre circulando en la sangre viajan a través del tejido afectado, la
unión de SDF-1 al CXCR4 impulsa la adhesión de células madre sobre la pared capilar
y subsecuentemente su emigración dentro del tejido. Cuando llegan
al tejido afectado, las células madre proliferan y entonces se diferencian en
las células de ese tejido, asistiendo de esta manera a la reparación del tejido.
Este proceso completo ya ha sido demostrado en numerosos
estudios y se ha visto que las células madre participan en la reparación de músculos,
huesos, páncreas, cerebro, piel, hígado, intestinos, pulmón... ¡Prácticamente
en cada órgano y tejido del cuerpo!
En este proceso completo, parece ser que el número de
células madre circulando por el torrente sanguíneo es el factor más importante.
Cuando el nivel de células madre circulantes fue medido en
el torrente sanguíneo de individuos que sufrieron una herida, los individuos
con el número más grande de células madre el día de su herida, mostraron la más
rápida y mayor recuperación.
Así mismo, cuando el número de células madre fue cuantificado en el torrente sanguíneo de casi 500 individuos y su estado de salud fue monitoreado durante un año, los individuos con un número mayor de células madre en su sangre mostraron un mejor nivel de salud. En otras palabras, más células madre circulando por el torrente sanguíneo significa que más células están disponibles para emigrar a los tejidos que podrían necesitar asistencia.

No hay comentarios:
Publicar un comentario